Aborda las estrategias de reducción de daños dirigidas a personas que se inyectan drogas en México. Analiza la implementación de programas que buscan disminuir los riesgos asociados al consumo intravenoso, como la transmisión de VIH y hepatitis. A través de una revisión de políticas y enfoques prácticos, el texto destaca los avances y desafíos en el país, subrayando la importancia de ofrecer servicios de salud accesibles, educación sobre prácticas más seguras y la inclusión de las comunidades afectadas en las soluciones.
La evidencia científica indica, con el tiempo, que el uso de alcohol, tabaco y otras drogas tiene un fuerte impacto en la salud de quienes las consumen, además de estar asociado con múltiples problemas familiares, sociales, políticos y económicos. Por lo tanto, las altas tasas de morbilidad y mortalidad asociadas al consumo de alcohol, tabaco y otras drogas aumentan la carga de enfermedad y la discapacidad asociada. Los esfuerzos globales para desarrollar e implementar programas de prevención y tratamiento han sentado un precedente. Sin embargo, en muchos contextos, lograr que las personas dejen de consumir sustancias es un verdadero desafío. Por esa razón, los gobiernos han implementado históricamente políticas, programas y estrategias diseñadas para reducir el consumo. A pesar de estos esfuerzos, la evidencia científica ha permitido entender que el impacto del consumo de sustancias en la salud pública aumenta significativamente cuando se consideran los problemas relacionados, como el abandono escolar y laboral, la violencia, los accidentes de tráfico y el desarrollo de enfermedades médicas como cáncer, cirrosis hepática, virus de inmunodeficiencia humana (VIH), virus de la hepatitis B (VHB) y virus de la hepatitis C (VHC). Todo esto hace evidente la necesidad de hablar de reducción de daños. Este término hace referencia al conjunto de políticas, programas y enfoques diseñados para reducir las consecuencias perjudiciales para la salud y las consecuencias sociales y económicas asociadas al abuso de sustancias. Este paradigma es controvertido, ya que busca reducir los daños sociales, económicos y de salud asociados al abuso de sustancias sin exigir que las personas dejen de consumirlas, a pesar de que los expertos han propuesto e impuesto la abstinencia total durante décadas. Sin embargo, el impacto social y económico es considerable, razón por la cual la cooperación internacional ha aceptado la inclusión de estrategias de reducción de daños en muchos países. Décadas de investigación clínica han identificado las características de los usuarios de sustancias, así como los problemas asociados con su consumo, lo que ha permitido el desarrollo de programas específicos de reducción de daños para: cocaína, anfetaminas, cannabis, tabaco, alcohol y personas que se inyectan drogas.